Ni Sydney, ni Atenas, ni Brujas... ni Madrid.
Estoy segura de que las preocupaciones son una pérdida de tiempo, igual que no desayunar. También pienso que cada uno pone sus límites, y que quien se salga de la raya, por lo menos de mi cuento, sale de cabeza.
Soporto lo que me parece, y lo que no, no lo hago. Y no lloro si no es necesario.
Quizás todo esto es lo que me impulsa más a querer hacer las maletas...
(lo que esa vez, será distinto, será para elegir mi propia suerte).
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